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San Ambrosio dijo:

"Un salmo es un grito de felicidad… Alivia el alma, nos distrae de nuestras preocupaciones, aligera las angustias y el dolor. Es una fuerza, fuente de seguridad en la noche, una lección de sabiduría en el día. Es un escudo cuando tenemos miedo, una celebración de santidad, una visión de serenidad, una promesa de paz y Armonía

martes, 6 de noviembre de 2018

Jesús Eucaristía

Jesús Eucaristía, el Amigo que siempre te espera.
En la Eucaristía está el amigo del alma, el amigo que nunca falla, el amigo fiel, que es Rey de Reyes y Señor de los Señores.
La Eucaristía es el corazón de la Iglesia, el misterio más sublime de la fe católica, el punto más alto de unión con el Señor al que el alma puede aspirar.
Es la presencia del mismo Cristo en medio de nosotros y con nosotros.
El mismo Señor se nos presenta bajo la especie del pan: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo.
Si uno come de este pan vivirá para siempre. El pan que le voy a dar es mi carne por la vida del mundo” (Jn. 6, 51).
El nos solícita a reconocerle, a acogerle y a alimentarnos de El para que no nos falle la alegría de vivir y la fuerza de servir.
Míranos, Señor; escúchanos, ilumínanos, muéstrate a nosotros. Manifiéstanos de nuevo tu presencia para que todo nos vaya bien; sin eso todo será malo.
Ten piedad de nuestros trabajos y esfuerzos para llegar a ti, porque sin ti nada podemos.
Enséñame a buscarte y muéstrate a quien te busca; porque no puedo ir en tu busca a menos que tú me ense­ñes, y no puedo encontrarte si tú no te manifiestas.
De­seando te buscaré, buscando te desearé, amando te hallaré y hallándote te amaré.
Cristo vive para siempre y está realmente presente con toda su persona y su vida, con todo su misterio y con todo su amor redentor, en el pan y en el vino de la Eucaristía.
No podemos ocultar ni silenciar al que es el Hijo de Dios venido en carne, luz, camino, verdad, vida, reconciliación, paz, salvación para todos, alivio y descanso para quien acude a Él.
La adoración verdadera es inseparable de la caridad y del amor fraterno, de la entrega y del servicio, la solidaridad con los pobres y afligidos, la donación gratuita de cuanto somos y tenemos a los que nos necesiten.
Si comulgamos con Cristo también hemos de compartir la vida.